Hoy traemos la crítica de A propósito de nada, la autobiografía de Woody Allen. Un libro rodeado de polémica, que he degustado a ratos, a trocitos. Sin darme un gran empacho. Ya que estamos ante una autobiografía, que no es mi género favorito.


La autobiografía de Allan Stewart Konigsberg, nombre real del director y actor neoyorquino, nacido el 1 de diciembre de 1935, se publicó en 2020. No es necesario mencionar que la biografía que uno mismo escribe debe ser la “oficial”, lo digo por aquella coletilla de “biografía no oficial”. 

Woody Allen, libro autobiográfico de Woody Allen

Los líos judiciales de Woody Allen, una aclaración previa.

No sabemos cómo juzgarán nuestros hijos a nuestros héroes. Si alguno de sus héroes es su padre tampoco sabemos cómo lo harán. Supongo que tendemos a creer a nuestros familiares por encima de todo.


Habrá quien haya comprado, o quien comprase, o quien comprará este libro por todo el follón de Mia Farrow, Soon-Yi,  las acusaciones, los juicios, los supuestos o falsos abusos, etc. A mí me fastidiaron la lectura. Y no porque no me parezca grave una acusación, o varias, de abusos, o una persecución inventada (todo presuntamente), sino porque aunque entiendo que el autor sienta la necesidad de dar su versión en su autobiografía, donde las únicas voces que intervienen son la suya propia y la de su editor, pero no para “censurar” lo que diga o deje de decir.


Para esta crítica de A propósito de nada de Woody Allen quisiera matizar que en mi caso no leo una autobiografía de un cineasta para saber sus líos judiciales. Habrá gente a quien le fascine, a mí no. Prefiero reír leyendo sus historias de infancia o de su primera esposa con sus chascarrillos, imaginando que es su voz en off la que está leyéndome el libro.


Entiendo que haya quien lea el libro por esta truculenta historia. Lo respeto, más bien. No voy a emitir excesivos juicios al respecto porque quien aquí comparece lo hace en calidad de crítico aficionado a la literatura, al cine y a la música, algo que en Allen se conjuga, no a los debates morales. Para eso, si me animo, dedicaré otra entrada.



Woody Allen, una vida no tan excepcional (según el propio Allen)

Desde el punto de vista de un aficionado al cine, al cine de Woody Allen, a sus libros y a las comedias, el libro me ha hecho pasar ratos muy agradables. No estamos ante un libro imprescindible, salvo que cumpláis las mismas premisas que yo. 


Es una autobiografía. El género biográfico es lo que es, y está destinado a personalidades influyentes, que marcan una época. Woody Allen cumple estas premisas.


El propio Allen narra su infancia en el barrio, sus peripecias, su poco amor por la lectura, al contrario de lo que sucedía con su hermana. Iba al colegio, no destacaba, le fascinaba la magia, como luego pudimos comprobar en algunas de sus cintas.


Es divertido leer como alguien compone su nombre artístico. Han existido muchas teorías sobre ello, pero la realidad, casi siempre, se muestra bastante alejada de todas esas especulaciones. Los seres humanos preferimos la fantasía pero el bueno de Woody empezaba a colar frases en textos, monólogos y secuencias humorísticas y simplemente buscaba un nombre para el mundo del espectáculo.


A los 16 ya se pudo comprar una máquina de escribir Olympia portátil, con la que sigue mecanografiando (este tipo no usa ordenador para sus guiones).


Poco a poco comenzó a escribir y a ganar dinero, al principio poco, luego mucho. Se fue codeando con guionistas, humoristas, y al final tocó techo. Empezó a girar con grandes del espectáculo y se consagró con un estilo propio que luego trasladó a su cine.


A día de hoy, Allen ha escrito guiones, libros, películas, cuentos, casuals publicados en The New Yorker, monólogos, etc. Todos escritos con máquina de escribir, o eso se cuenta.


Hay pasajes hilarantes, como el hecho de ser rechazado para el servicio militar por morderse las uñas en el examen médico realizado por un psiquiatra. Ya tenemos algo en común quien escribe y el famoso cineasta, aunque su primera esposa logró que lo dejara con posterioridad.

Sus gustos artísticos: música, cine y humor.

Entre las confesiones tempranas del cineasta norteamericano, prefiere Chaplin a Keaton, no se muestra encantado con Con faldas y a lo loco, ni le gusta ¡Qué bello es vivir! pero sí se muestra afán de los musicales como My Fair Lady y Cantando bajo la lluvia. Justo a la inversa de quien escribe esta reseña.


Allen también nos habla de sus gustos, no terminó nada de Henry James, le gustaban Hemingway y Camus y le maravillaron Thomas Mann y Turguénev.

La música.

En A propósito de nada Woddy Allen nos cuenta su vergüenza a la hora de tocar, cómo su faceta musical, cómo el jazz y su clarinete, le han llevado a giras por Europa, a ciclos de conciertos por los Estados Unidos, al Jazz Heritage, y como Gene Sedric, clarinetista de Fats Waller le abrió la mente y los oídos. Todo esto cuando él ya era un cómico en alza.

Su vida como cómico.

Los inicios de un cómico de esta envergadura son muy curiosos. Y esta es quizás una de las partes más divertidas e interesantes del libro. Aprender, leer, cómo empezó escribiendo pequeños gags, y su ascenso meteórico al lado de los más grandes del humor en los Estados Unidos a través de viajes, conversaciones, etc.


El cine.

En la página 29 hay un punto que quizás pase desapercibido para muchos lectores, pero que me atrapó. Woody Allen nos cuenta como en El dormilón se imagina que es Blanche Du Bois en Un tranvía llamado deseo y Diane Keaton hace una imitación perfecta de Marlon Brando.


En A propósito de nada Woody Allen nos muestra cómo muchas de las escenas más icónicas de sus películas, y algunas menos icónicas, no son más que guiños de otras películas u obras artísticas que le marcaron. 


Qué gozada, poder homenajear así al mejor cine, ¿no?


Lo cierto es que Woody Allen confiesa en el libro que hace décadas que vive ajeno a la crítica. Supongo que le llegará por sus productores, que son quienes están más preocupados por la economía y la taquilla, que depende, en gran medida, de esas opiniones vertidas en medios especializados.


Como la autobiografía transcurre cronológicamente, permite ver sus altibajos, su relación con la Industria del cine: productores, actores, actrices, sus líos con ellos y ellas y sus opiniones. Porque si algo no hace el famoso director es escatimar elogios o críticas. Algo que al lector le encantará, a buen seguro.


Alec Baldwin, Elaine May, Penélope, Scarlett Johanson. Opiniones muy interesantes, como la que tiene de Joaquín Phoenix. Es de agradecer la sinceridad de Woody Allen a lo largo de A propósito de nada.


El papel fundamental de David Merrick en las primeras películas de Allen, sus inestimables consejos, las historietas tras Tócala otra vez, Sam. Los errores en un aspecto tan fundamental en la filmografía del director como la música en Toma el dinero y corre, solventada por Harvin Hamlisch, que luego fue un renombrado compositor. 


Son decenas de anécdotas deliciosas. Y en ese punto el lector cinéfilo va a gozar. Como la elección del título de Annie Hall. No quiero desvelar más para no anticipar más del libro.


Otro de los puntos más interesantes es el análisis que el director realiza del éxito de algunas de sus películas y los fracasos de otras. Y es que el público reacciona de maneras bien distintas a sus películas y depende, también, de la localización del mismo. Especialmente curioso es el caso de Manhattan, tan icónica pero con un montaje que no dejó satisfecho a Woody Allen frente a la opinión de United Artists.


El repaso por sus obras es totalmente completo, y seguro que disfrutais rememorando todas sus películas y conociendo más sobre su intrahistoria.


Una confesión hacia el final del libro me fascinó:

“Escribir me gusta más que rodar, porque rodar es un trabajo duro y físico bajo un clima caliente o frío en horas infames que requiere un millón de decisiones sobre temas de los que conozco poco”

Diane Keaton, mención especial.

Si hay una persona clave en la filmografía de Woody Allen, por encima de Mia Farrow, es Diane Keaton. Es opinión personal, pero el autor corrobora mi teoría. Hablamos de películas tan importantes como Annie Hall, Manhattan, La última noche de Boris Grushenko entre otras. Días de radio, Sueños de un seductor, Interiores. 


Son una dupla fantástica que entendieron el cine bajo el mismo prisma durante mucho tiempo. Fueron amantes, amigos y mucho más que eso, y queda plasmado a lo largo de las páginas del libro.

Mia Farrow, la relación al desnudo.

Hacia los tres cuartos de la obra aparece todo el fandango del que hablaba al inicio de esta reseña. Woody Allen se esmera en detallar al máximo la relación entre ambos, con los hijos, el servicio, los abogados y la prensa. 


Entiendo que debió ser un infierno para todos los implicados, pero como he dicho, personalmente el libro pierde fuerza en esta parte, porque a mí lo que me interesa de Woody Allen es su arte: cine, guiones, libros, ingenio. 


Habrá quien se recree y entiendo su punto de vista. La necesidad de contar su versión.


Soon-Yi, el verdadero amor.

Al hablar de Soon-Yi el lector percibe a un escritor enamorado. Pensando en pasear con ella por Central Park, París, Venecia. Narrando su encierro en el ático en el que vivían mientras la tormenta mediática les acosaba.


Pero hay un factor en todo ello: la estabilidad. Allen siente admiración por su manera de ser. Nadie puede llegar a pensar que hay maldad o malas intenciones en esa relación leyendo este libro.


Homenaje a sus ídolos.

Woody Allen se muestra agradecido por haber podido conocer a sus ídolos y haber trabajado e interactuado con ellos: Arthur MIller, Ingmar Bergman, Tennessee Williams, Kazan, Truffaut, Fellini, García Márquez o el propio Groucho Marx. 


Con todos ellos pudo compartir mesa y mantel, conversaciones, relaciones epistolares y telefónicas. Lo bueno de estar entre los grandes es conocerlos, lo bueno y puede que lo malo.

A propósito de nada, opinión personal

Recomiendo el libro a quienes os guste el personaje, el director, guionista, actor, músico, cómico, y tantas otras cosas. Todo ello con una traducción impecable a cargo de Eduardo Hojman.


Aprender sobre cómo forjó su camino hasta ser el brillante cineasta que es hoy en día y hacerlo en primera persona resulta cautivador para adictos a su obra como quien escribe.


Sobre sus explicaciones en primera persona de alguien que ha sido el centro de los focos en una truculenta y desafortunada historia, Woody Allen pide disculpas al final del libro: “Lamento haber tenido que dedicar tanto espacio a la falsa acusación lanzada contra mí, pero esa situación es como agua para el molino del escritor y añade un fascinante aspecto dramático a una vida que de otra manera sería bastante rutinaria”


Si os gusta el cine de Allen, si queréis pasar un rato, o unos ratos porque son 440 páginas, no dudéis en leerlo. Sea en formato electrónico (pdf o lo que sea) o formato físico. Vais a aprender sobre cine, sobre el mundo del espectáculo y también sobre una manera de escribir, crear, pensar y vivir.


Porque crear, al fin y a la postre, es una manera de vivir.


Valoración: 8.


Buenas noches y buena suerte.


Ficha técnica de A propósito de nada.

Nº de páginas: 440

Editorial: ALIANZA EDITORIAL

Idioma: Castellano.

Encuadernación: Tapa blanda

ISBN: 9788491819950

Año de edición: 2020

Traductor: EDUARDO HOJMAN

Fecha de lanzamiento: 21/05/2020