Si hay que elegir un Top de lugares a visitar en esta vida no te puede faltar un destino que desde su fundación disputan Normandos y Bretones. Le Mont Saint Michel es uno de esos lugares míticos, por lo menos para quien os escribe. Desde muchos kilómetros de distancia se contempla el imponente monumento.
Tras leer sobre la imponente obra para adaptar los accesos y la desembocadura de los 3 ríos que en la bahía desembocan. Una obra de 200 millones de euros que favoreció que la abadía quedara separada de tierra el pasado mes de julio después de más de 100 años al subir la marea. Fue justo un mes después de nuestra visita. El caso es que el visitante aparca en un parking en el que se paga y desde el cual parten autobuses lanzaderas que conectan a la perfección el aparcamiento con los pies de la abadía.
Al obispo de Avranches se le apareció una noche el arcángel Miguel y le encargó la construcción de una iglesia que dedicó al arcángel el 16 de octubre de 709. En el siglo XIII, el rey Felipe Augusto, tras conquistar Normandía, ayudó a levantar el conjunto gótico del Mont Saint-Michel, la «Maravilla»: dos edificios de tres pisos coronados por el claustro y el refectorio, donde residían los monjes.
Tras acceder por la tienda a la abadía se ascienden unas grandes escalinatas al recinto, lleno de excelentes miradores desde los que contemplar la bahía y se comienza a transitar por el interior de salas destinadas a la vida monacal, o acoger a nobles, incluso Mont Saint Michel fue una prisión. Del mismo modo se van sucediendo las diferentes capillas. Impresiona como se acumulan los niveles de construcción uno sobre el otro hasta llegar a la parte superior, en la que se encuentra el templo, el claustro, el oratorio, etc. En el nivel inferior la sala destinada a hospedar a nobles cuando la abadía se constituyó en un centro de peregrinación.
Impresiona la capilla de St. Etienne pero sobretodo la sala llamada del paseo de los monjes que lleva al salón de los nobles, que en su día también fue biblioteca y zona de copia de manuscritos e incunables, de los que, por desgracia, no queda nada.
Desde allí, tras un par de salas, se sale de la abadía y se desciende hacia la salida. Nosotros lo hicimos bordeando la muralla, alejados de la calle principal y disfrutando de las vistas. Algo que os recomendamos ya que el paseo es más tranquilo y os permite tomar fotografías y disfrutar de las vistas. Un lugar impresionante al que volvería ahora mismo. Uno de esos emplazamientos del planeta Tierra que no podéis dejar de visitar.
Buenas noches y buena suerte.