Viaje a Bretaña y Normandía. Playas del Desembarco y Bayeux.

Sí, ha llegado. La pasada semana regresamos de nuestra escapada anual. Así que aquí llega el relato, la crónica de nuestro viaje anual. Teníamos marcadas Normandía y Bretaña desde hacía un par de años, cuando finalmente visitamos Menorca por cuestión de tiempo.
Volamos desde Valencia a París aprovechando los últimos coletazos del programa “Habla y vuela” de Pepephone, que muere en noviembre. Volamos con retraso, puesto que la huelga de controladores aéreos hizo que llegáramos una hora más tarde de lo previsto, primer contratiempo, puesto que teníamos pensado visitar Giverny a la ida. En el aeropuerto alquilamos un coche y, tras superar un atasco de narices en la circunvalación de París logramos coger la autopista y llegar a tierras normandas. Con nuestra base operativa para Normandía establecida en Caen decidimos arrancar el recorrido del día siguiente, 25 de junio, por el cementerio alemán, por los perdedores de la II Guerra Mundial. Situado en Cambe, impresiona por su sobriedad y por el montículo central, en el que hay situada una fosa común con los miles de cuerpo que no pudieron ser identificados.
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Fuimos en dirección a Pointe du Hoc. Donde los Rangers americanos realizaron una de las mayores gestas de la operación Overlord. Desde ese cabo se divisaba perfectamente tanto las playas de Utah como la de Omaha. De allí la importancia de acabar con la vigilancia y las defensas de artillería allí instaladas. Lo primero que llama la atención al llegar a las instalaciones es el orden en el parking, tras esta primera impresión otra mejor: el lugar está gestionado por los propios americanos y depende de el Departamento para los lugares donde el ejército americano ha librado una gran batalla, o algo así. Es decir, donde han sucedido sus heroicidades, y han salido bien parados, el gobierno de los Estados Unidos toma el control y gestiona las instalaciones. De un modo similar sucede en el cementerio americano cercano a la playa de Omaha que visitamos esa tarde. Volviendo al tema, durante la visita se puede ver la zona repleta de cráteres, y es que los bombarderos aliados “ayudaron” a excavar trincheras a sus rangers para luego poder ir tomando las distintas posiciones repletas de cañones y soldados. Se pueden visitar el monolito conmemorativo, así como algunos búnkeres por dentro y ver ejes de piezas de artillería. Sobre el asalto de los Rangers y las dificultades también podéis informaros en el sitio; fue un poco caótico puesto que, para empezar, se equivocaron en el lugar de desembarco y tuvieron que navegar contracorriente y con el tiempo justo, pero ese es tema para otro día, cuando acabe el libro de Antony Beevor.
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Desde allí nos desplazamos a la playa de Omaha, al monumento a quienes allí dejaron la vida y a la pasarela que se adentra en el mar. Impresiona la fuerza del mar y cuesta trabajo imaginar un desembarco fácil para los aliados. En este punto cometimos el error de no ir a visitar el cementerio americano, agobiados por el horario francés, o comes antes de las dos o no comes, fuimos en dirección a Bayeux cuando teníamos a un tiro de piedra el emplazamiento donde descansan los restos de las víctimas americanas. Más tarde nos arrepentimos al tener que deshacer kilómetros ya hechos, pero bueno, nadie es perfecto (eso sí, vosotros tomad nota).
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Bayeux es una localidad emblemática, por ser la primera de un tamaño considerable en recibir a los aliados, y también por contener el tapiz medieval que narra la Historia de Guillermo El Conquistador y la conquista de Gran Bretaña en el siglo XI. Un tapiz tejido de unos 70 metros de largo que se exponía una vez al año en la Catedral y que narra cómo Guillermo el Bastardo superó la traición de Harold para hacerse con su herencia. De la comida en Bayeux, así como del  resto de la parte gastronómica del viaje, hablaremos en futuras entradas. Cada cosa a su tiempo. La ciudad es ideal para callejear, visitando sus casas típicas con vigas de madera por que se aprecian en las fachadas, como podéis ver en las fotos. Su Catedral, de estilo gótico y reconstruida en parte (tónica general en esta región devastada por la guerra) también merece la pena ser visitada, junto con su mercado y la zona de la noria de agua.
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Tras Bayeux visitamos las baterías de Longues sur Mer, que tienen la particularidad de permanecer oxidadas e inhabilitadas pero bastante intactas. Un espectáculo que da una idea de las fortificaciones que Hitler hizo construir desde el golfo de Vizcaya hasta las costas Noruegas para repeler cualquier conato de invasión aliada.
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Por carreteras estrechas nos desplazamos al cementerio americano. Más ostentoso, más ordenado, más lleno de turistas, en su mayoría americanos, y en general más espectacular como corresponde a los vencedores. Vistas impresionantes, hacia la playa y hacia el interior y un impresionante monumento que sirve como homenaje a los caídos.
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Tras salir del cementerio, con la inestimable ayuda de los “gorrillas” oficiales del sitio, curiosos porque pillan a uno y le hacen aparcar donde ellos quieren mientras otros 4 aparcan donde les sale de las narices, viajamos a Arromanches. Una localidad costera preciosa y famosa porque allí siguen, 70 años después, encallados los diques empleados para hacer llegar a la costa los carros blindados, camiones y demás vehículos que ayudarían al avance de la infantería una vez esta se había asentado tras el desembarco.
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Y hasta aquí la primera entrega. Pronto mucho más.
Buenas noches y buena suerte.
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