Tras la primera y la segunda entrega hubo un parón forzado, hoy llega la tercera entrega, cuyo título asusta tanto como el tiempo en el que visitamos las partes más emblemáticas de estas zonas de New York. Aprovechamos el lluvioso día para visitar el Upper East Side, con el Metropolitan Museum, no sin antes visitar por fuera el Guggenheim. La visita fue exterior por horario y porque en una primera visita a la ciudad de 6 días visitar más de 3 museos nos pareció arriesgado.
Si algo aprende uno en Nueva York un lluvioso día entre semana es que los museos están llenos de escolares y de turistas que se cobijan de la lluvia, nos incluimos en el segundo grupo y entramos en el Metropolitan: museo lleno. Del Metropolitan qué decir: media Historia de la Humanidad allí dentro, piezas de un valor incalculable que representan la evolución de las civilizaciones más influyentes en el mundo actual. Eso sí, la mitad de piezas expoliadas, o más de la mitad: Grecia, Egipto, Mesopotamia, Roma, y España: el claustro entero del palacio de Vélez Blanco está allí, como si allí lo hubieran concebido y construido. No deja de ser chocante.
Uno imagina el museo visitado por alguien que no ha estado en Europa y debe impresionar, pero para un visitante europeo y viajero de un nivel cultural medio hay zonas en las que se tiene la sensación de estar “en casa”. Aquí en el viejo continente contamos con salas de museos, castillos, palacios o galerías con un nivel infinitamente mayor, pero, ya digo, no deja de ser curioso. Me llamó la atención, por corroborar mis aseveraciones anteriores, las salas dedicadas a Japón, supongo que a un japonés le parecerá lo más básico del planeta. Una vez más, gozamos con las galerías de pintura, con obras maravillosas.
Comimos por la zona y tomamos un metro hasta el Soho, una zona con encanto, glamour y una arquitectura típicamente neoyorkina. En el Soho lo mejor es callejear, conocer sus enclaves singulares visitando escaparates, librerías. Podéis encontrar muchas de las grandes marcas de la 5ª avenida con tiendas mejores, más amplias y con más variedad, así como tiendas más exclusivas si cabe.
Desde allí el tránsito a Little Italy se hace fácil. En cuanto uno atraviesa el famoso y fotografiado cartel de bombillitas y las bocas de agua pintadas del color de la enseña italiana se da cuenta de que está en el barrio. La recomendación: callejear y disfrutar de las fachadas, esquivando, eso sí, a las hordas de camareros que os invitarán a comer en sus restaurantes.
A un tiro de piedra encontramos China Town, curioso, pintoresco y auténtico. Vendedores que te intentan llevar a su rincón para venderte relojes o cualquier artilugio, comida en la calle, restaurantes, puestos de todo tipo… Un paseo corto para hacerse una idea de la peculiaridad del enclave más oriental de la ciudad de la gran manzana.
Para rematar la faena, por si os parece que corrimos poco, por la noche musical: Chicago. Quienes me conocéis sabéis que no soy muy partidario de este tipo de espectáculos. Sin embargo, me sacrifiqué por el equipo y lo acabé pasando bien, una experiencia nueva y diferente que no estuvo nada mal. Seguiremos pronto con más entregas, por hoy ya hemos cumplido.
Buenas noches y buena suerte.