Hacía muchísimo tiempo que tenía pendiente la última parte de nuestro viaje a Argentina: la visita a la ciudad de Buenos Aires, la visita a la capital. Fue nuestra última etapa en el país, pero la disfrutamos muchísimo. Nos hospedamos en el hotel NH 9 de julio, con ubicación en la avenida homónima.
La primera mañana teníamos un tour contratado en una furgoneta por los lugares más emblemáticos de la ciudad. La verdad es que al principio nos pareció una idea extraña, pero luego no nos vino mal para situar la ciudad y ver qué hacer en los restantes días. Comenzamos por la 9 de julio, visitamos Palermo, con sus parques, las múltiples y lujosas embajadas y la plaza Sicilia, el lugar donde estuvo la casa de Evita, en cuyo lugar hay un parque con un monumento en su honor, puesto que la casa fue destruida por los militares durante la dictadura. También se puede contemplar la famosa Flor.
La furgoneta nos condujo por la plaza Recoleta, uno de los lugares más con más encanto de la ciudad, por Borges, y por muchos otros motivos, como el cementerio. Volvimos a tomar la Avenida 9 de julio en sentido contrario, hacia la casa rosada. De camino pudimos ver el teatro nacional y el edificio con la cara de Evita. Allí comenzó nuestra lucha con el tráfico, que nos tendría media hora parados en el centro por una protesta, algo que por lo visto sucede a diario en el centro financiero de la capital bonaerense. Así que no nos dio tiempo a parar en la Casa Rosada, aunque la visitamos por la tarde, junto con la catedral metropolitana de la ciudad, donde se puede observar una Cheperudeta (para los no valencianos, una Virgen de los Desamparados), seguro que por influjo de la multitudinaria emigración valenciana a la ciudad en el siglo pasado, y la tumba del libertador San Martín.
Desde allí atravesando San Telmo por una calle nos dirigimos a La Boca, uno de los barrios con más encanto, pero a su vez más conflictivos. La furgoneta realizó su entrada por el estadio de Boca: “La bombonera”, que como curiosidad, tiene la publicidad de Coca-cola en negro para no evocar a los colores del eterno rival, River Plate.
Desde allí nos trasladamos a la calle Caminito, una de las zonas más turísticas de Buenos Aires, con sus tradicionales conventillos, casas muy coloridas porque al construirse se utilizaron como materiales chapa de barco de entonces. El resultado, calles pintorescas con casas convertidas en auténticos lugares de culto al suvenir y el turisteo. Desde allí se puede observar el embarcadero primigenio de la ciudad, y que dio origen al barrio de marineros a principios del siglo pasado. Algunas de estas casas tienen en su parte superior pequeños museos que muestran las condiciones en las que vivían los habitantes del barrio cuando se creó. No es recomendable visitar el barrio más tarde de las 5 de la tarde, no quisimos comprobar la razón.
Por la tarde, como hemos comentado, visitamos la zona de la Casa Rosada y la Catedral, y nos dimos un paseo observando costumbres y hábitos de los habitantes de la urbe. Esa noche, con una gran compañía (ventajas de tener familia en Buenos Aires), salimos a tomar una copa por Palermo, por la mítica plaza Serrano, oficialmente conocida como Plaza Julio Cortázar, con muchos bares y pubs para tomar una copa. Hay que probar el Fernet, una bebida típica de Argentina, aunque de origen italiano, que se combina con cola u otras bebidas.
El día siguiente paseamos con la familia por Puerto Madero, una antigua zona portuaria de Buenos Aires, que fracasó por la poca profundidad, rehabilitada y convertida totalmente en la zona de moda: Edificios altos, buenos restaurants y algo muy importante en Buenos aires: zona de aparcamiento y seguridad (sólo tiene dos accesos controlados todo el día por la policía). Aquí Calatrava también coló la suya, nada muy original para los valencianos: un puente. ¡Y qué puente! La salvedad es que este puente es “Una pareja bailando tango”, adaptando el mensaje al lugar en el que se construye.
Esa noche, como regalo de bodas de la familia argentina, fuimos a una cena espectáculo a una tanguería, El Querandí, de las auténticas. Nada de shows tipo flamenco para guiris, el local mantiene la esencia de las tanguerías de siempre. Con excelentes músicos al bandoneón, piano, violoncelo y violín, se interpretaban piezas sólo por los músicos, bailadas y cantadas. Impresionante la experiencia, quienes me conocéis sabéis que me encanta la música, así que podéis imaginar lo impactado y emocionado que quedé al ver semejante espectáculo. Lo que más nos impresionó fue un cantante mayor, unos 70 años, que cantó un tango sin micrófono, tan sobrecogedor que es difícil de imaginar si uno no lo presencia en directo. Me recordó a mi abuelo, que siempre ha contado que en Alicante él iba a escuchar a Machín, y que por aquel entonces las grandes estrellas no se hacían servir de altavoces ni micrófonos. Y de los bailarines qué decir, cautiva el arte, pero más me cautivó el despliegue físico necesario para bailar una pieza completa.
Ya el día siguiente, en nuestra tercera jornada en Buenos Aires, dimos un largo paseo andando, más de una hora, por la 9 de julio y Palermo hasta llegar al MALBA, en palabras de varios bonaerenses, el mejor museo de la capital. El Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires - Fundación Constantini (MALBA) impresiona tanto por su colección de arte moderno como por su arquitectura. El edificio fue diseñado por los arquitectos Atelman-Fourcade-Tapia y ampliado posteriormente bajo la dirección de Carlos Ott. Es una auténtica gozada, me dejó una sensación similar a la vivida al visitar el Guggenheim de Bilbao, uno no sabe si fijarse más en las obras o en la arquitectura, casi has de pedir perdón a las dos partes por no prestarles toda la atención que merecen. Como exposiciones itinerantes estaba “Bye bye American Pie”, con obras de importantes autores americanos de los últimos 40 años y que retrataba muy bien el cambio de la sociedad americana. Desde fotografías duras de los 70, con drogas por doquier, hasta una escultura de un cerdo gigante con la cara de George W. Bush. Además, visitamos la transgresora exposición de León Ferrari: Brailles y Relecturas de la Biblia, una exposición que advierte a su entrada de la posibilidad de herir sensibilidades religiosas. La exposición permanente del museo también es muy recomendable.
La tarde de ese domingo la empleamos en pasear/sobrevivir al mercadillo de San Telmo. Una cita obligada los domingos por la tarde en la capital. Un mercadillo con antigüedades, artistas extraños, pintores, vendedores de chorradas, cantantes a viva voz en medio de la calle, bailarines sin música, puestos de comida. Algo tan excéntrico como transitado. Más de un kilómetro de calle por el que transcurre el espectáculo desde la calle defensa hasta el centro neurálgico de la ciudad puede costar de realizar una hora y media, sin exagerar.
Esa noche volvimos a Puerto Madero a pasear y cenar (no os preocupéis que los detalles culinarios llegarán). La mañana siguiente, la última en el país, en la que se decidió la expropiación de YPF, acudimos acompañados de una amiga en viaje de estudios a uno de los lugares más impresionantes, culturalmente hablando, de la capital: El Ateneo Grand Splendid, conocido popularmente como El Ateneo. Un antiguo teatro reconvertido en librería/centro social donde uno puede sentarse a leer en la cafetería (situada sobre el antiguo escenario) con su refresco y dejar el libro en la estantería al salir, y lo mismo con los palcos. Miles de libros para comprar, regalar, leer o simplemente como pretexto para una conversación. Lugar de culto.
Tras comer cerca de Recoletas, en la zona de Buenos Aires Design, entramos en el cementerio más famoso de Argentina, y puede que el más solemne de Suramérica. En él se pueden contemplar mausoleos francamente impresionantes, entre ellos el de la familia Duarte o el del ingeniero Vélez-Sarsfield, que dio nombre al equipo de fútbol y que fue ministro.
Y ya desde aquí partimos al hotel y hacia el aeropuerto. No se me olvida que nos quedan historias culinarias por contar(El Calafate, Ushuaia y Buenos Aires), pero eso será en otra ocasión. Por hoy ya está bien la cosa.
Buenas Noches y Buena Suerte.