No son muchos los conocimientos de política y de economía que tengo, pero desde mi humilde punto de vista, el de un sanitario que hace por comprender su entorno, voy a intentar desgranar cómo está el patio y cómo es, o será, o pudiera ser, el patio que nos viene.
Que nadie se engañe, del apocalipsis económico y del auge de los recortes sociales no nos salvan ni Rajoy, ni Rubalcaba, ni el mago Tamarit. El horizonte dejó de ser gris para ser oscuro, se acerca el fin de los días del estado del bienestar.
Pese a que a alguno le moleste ahora la Sanidad y quiera devolverla, ya que como sabéis las competencias están transferidas, la cuestión es que las Autonomías no hacen más que dar palos de ciego a ver quién ahorra más: unos quieren que sólo haya unos pocos medicamentos financiables (los más baratos, obviamente), otros quieren subastar al mejor postor (como si de obras de arte se tratara) y otros directamente cierran centros de salud, servicios de urgencias y no cubren al personal de vacaciones. Los tres métodos son de tres partidos diferentes, los tres partidos que gobiernan en la mayoría de autonomías: PP con el cataloguiño gallego, PSOE con la subasta de medicamentos en Andalucía y CiU con el cierre a lo bruto de servicios sanitarios en Cataluña.
Tras el pasado 22 de mayo en muchas autonomías ha habido un cambio de partido político, que no de dirección política, puesto que pasados dos meses y medio desde la fecha electoral todavía no hay nadie que sepa qué hacer. Bueno sí, disculpen, la solución de la Sra. Cospedal es no pagar a las farmacias castellano-manchegas. Es una solución de niño de 4 años, porque como las farmacias, y esta es una posibilidad real, dejen de dispensar medicamentos, la risa que le va a dar cuando la gente se le eche encima va a ser mejor que si ingiriera un bidón de helio. En futuros capítulos abordaremos qué hay detrás de los impagos, o qué es sospechoso de estar detrás.
El caso, y no me quiero desviar del tema, es que parece que ahora, sólo ahora, todos los consejeros de sanidad, y la ministra, parecen preocupadísimos por rescatar a la Sanidad. Ya no les gusta tanto inaugurar hospitales, firmar acuerdos y hacerse fotos. Hay que arremangarse y trabajar. Pero trabajar no es coger un balance, sentarte con tu asesor/es (son tan incompetentes que los necesitan a capazos) y pegar un tijeretazo a lo más sencillo, que en este caso es el gasto farmacéutico. Si la memoria no me falla el gasto farmacéutico, que engloba a farmacias y hospitales supone el 30% del gasto sanitario en España, para ser más concretos la dispensación de medicamentos en hospitales está alrededor del 13% y en las farmacias comunitarias en el 17%.
No hace falta ser un Nobel de economía para saber que recortando siempre sobre el 17% no ahorrarás más de un 2-3%. Es más, no me opongo a controlar el gasto farmacéutico, que crece (o crecía) al ritmo de crecimiento de la facturación en número de recetas, no de los medicamentos (que son los más baratos de Europa). Pero este es uno de los inconvenientes de tener una esperanza de vida tan elevada: la gente mayor consume más recetas, si duran más consumen más.
Pero si al 70% restante del gasto no le aplicas medidas, y no hablo de bajarle el salario a ningún trabajador (ya iré proponiendo ideas), es como si a un coche que pierde aceite le arreglas la chapa: lucirá mucho más (como luce recortar a los ricos opulentos farmacéuticos) pero el coche seguirá sin funcionar. Las reformas, como parece suceder en todo, no son a corto plazo, han de ser estructurales.
Más en los capítulos venideros, pero ya adelanto que la Sanidad Española, tal y como la conocemos, está muy cerca de cambiar.
Buenas Noches y Buena Suerte.
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