Tercera parte, tercera entrega, tercer día. La fiesta judía, como todos sabréis, se celebra en sábado (Sabbat), así que el viernes nos apresuramos a visitar las sinagogas de Praga, suponíamos, y constatamos más tarde, que el sábado cerraban.
Llovía a mares, y comenzamos por la Sinagoga Pinkas, que tiene en sus paredes los nombres de los 77297 judíos asesinados por los nazis así como los dibujos de los niños del campo de concentración de Terezín (hablaremos de este campo en la última entrega), atravesando el cementerio judío, digno de ver por el apilamiento de las lápidas y porque hay lápidas realmente antiquísimas, la salida es la entrada a otra sinagoga: la sinagoga Klausen. Cada sinagoga tiene un pequeño museo en el que se cuenta la vida de la comunidad judía en Praga, antes, durante y después de la II Guerra Mundial. Luego visitamos la sinagoga Maisel, con una colección de objetos de plata.Me fascinó la Sinagoga española, llamada así por el revestimiento interior, muy similar al artesonado de madera de ilustres salones de la Alhambra de Granada. Eso sí, fotografiar en el interior de las sinagogas no está permitido a menos que pagues más, algo que no hicimos.
Intentamos visitar el Klementinum, antigua sede de la Universidad de Praga y de los Jesuitas, al lado del puente de Carlos, pero nos resultó imposible, las obras otra vez. De allí dando un paseo fuimos a comer al único sitio donde realmente sentí el timo de los camareros del que diversas personas me había hablado.Te cobran las famosas rosquillas de la mesa, te cobran los cubiertos, el servicio, y encima te piden propina… De la comida, bien, pedí un cordero relleno con espinacas y hay quien pidió un costillar marinado que daba vértigo de ver, y de comer. Dos comensales 36 euros, creo recordad, tampoco es un atraco pero en Praga no dejaba de ser caro.
Más tarde nos desplazamos a la Capilla de Belén, Belemeska, donde Jan Huss, sí el del monumento en la plaza vieja, realizó su famoso discurso, famoso por valerle la enemistad de bastante gente. Una capilla restaurada y adaptada como sede para actos institucionales de la Universidad.
Ya por la noche, uno de los pequeños placeres que nos dimos en Praga: la Ópera. Fuimos a ver La Bohéme de Puccini, habíamos comprado las entradas desde España con un mes de antelación. Las mejores entradas 30 euros, sin tener en cuenta la diferencia del precio de la vida la cultura, y sobretodo la música, está mucho más al alcance del ciudadano normal que aquí. Así nos va a los españoles. Disfruté como un enano, dos horas que me pasaron como 10 minutos, en el palco principal, centraditos, y con una obra y una interpretación por músicos y cantantes. En el entreacto degustamos unas copas de champán, así como los ricos…
El momento curioso de esta entrada sobre las costumbres checas va a ir para su manera de aparcar, a tener en cuenta. Que toca aparcar en cordón, ¡da igual! Si no hay espacio nos subimos a la acera, se aparca en batería y punto. Así están las aceras de adoquín, que el día que haya una revuelta tienen piedras para todos… Así que si en vuestras ciudades tenéis problemas de aparcamiento utilizad la técnica checa. Fijo que a los alcaldes les gustará, aumentará la recaudación por multas.
Buenas Noches y Buena Suerte.
3 comentarios:
Esperaba esta 3ªparte como agua de mayo..ahora lo de las costillas no era necesario mencionarlo...ejem ejem
Beso
Nosotros también fuimos a la Ópera! vimos La Traviata y al día siguente fuimos a ver el ballet ;)
@Häagen Dazs Yo no he dicho que te las comieras todas... uy, ahora sí! Jeje!
@De todo y nada Lo hicisteis más completo que nosotros... ¿El ballet bien? Yo es que no soy mucho de ballet
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