Habíamos dejado las aventuras del grupo a las puertas de Carcassonne, allí la retomamos el día siguiente. Nos acordamos de la madre del tipo que no nos dejó entrar el día de antes porque la visita realmente no era tan larga, sobretodo si vas a buen ritmo. De la fortaleza: impresionante, es grande, grandísima, me impresionaron sus defensas. El castillo está reconstruido, pero sus techos, sus murallas, sobrecogen. Su historia y su vista de la ciudad moderna, además de las tiendecitas y restaurantes del interior del recinto amurallado, convierten el conjunto en magnífico. Os recomiendo La cure Gourmande, una tienda de galletas digna de visitar.
Ese mismo día, y por no alargarme mucho, visitamos la abadía de St. Hilarie, con una curiosa sacristía, un bonito claustro, una bodega aneja al monasterio, y un bar de Moe, algún día definiré este término que me enseñó Dani, el primero de los que visitamos, enfrente de la abadía. Lo mejor el postre de queso.
Por último nos dejamos caer por la abadía de Frontfroide, cerca de Narbonne. Es impresionante, uno de los mayores exponentes del cister del sur de Francia, y vale la pena. Lo más difícil es saber llegar, está escondida, y también entender algo a la guía, todo en francés. Luego a visitar Narbonne, un centro bonito, una catedral afectada por la guerra y una ciudad vertebrada por el canal du Midi.
Pero me quedo sin espacio, bueno espacio tengo, pero es injusto hacer tan largas las entradas. Seguiremos contando.
Buenas Noches y Buena Suerte.
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